jueves, 21 de mayo de 2009

Estaba pensando...

…en lo difícil que es saber verdaderamente lo que piensan de uno o de sus obras. Basta ir a casa de un amigo que acaba de empezar a cocinar y con quien no se tiene excesiva confianza para comprobar en las propias carnes lo hipócritas que podemos llegar a ser. En mi opinión, nadie piensa que esta hipocresía sea mala. Muy al contrario, la mayoría de la gente cree en las famosas mentiras piadosas y en la cualidad del tacto. Pero sobre lo que parece que nadie reflexiona mucho es sobre la distorsión del mundo que se produce al reflejar una opinión falsa. Pues si es cierto que hay veces que un “umm, está buenísimo” es fácilmente captado porque no se termina todo el plato o no acompaña el gesto, también lo es que hay gente que finge mejor que otra. Llegados al extremo, sólo hay que pensar en la cantidad de orgasmos que fingen las mujeres. Si no se es capaz de captar la verdad de la persona con la que se comparte la vida, entonces ¿cómo vamos a entrever la verdadera opinión de otro? Luego uno se puede pasar la vida que tiene una técnica como la de Rocko Sifredy sin saber que en verdad se es un Benny Hill de Turno.
Unas veces las opiniones se tergiversan por exceso de bondad como cuando, de pequeños, mostramos “dibujos” a nuestros padres y ellos los alaban y los enmarcan. O como cuando un amigo nos enseña un primer poema que es malísimo y se juzga con un educado: “está bien. Pero creo que hay que trabajarlo más.” No obstante, hay veces que es la malicia la que retuerce la opinión para hacer una crítica iracunda, feroz y despectiva. Recuerdo a una persona que no paraba de hacer críticas devastadoras de mis escritos. Un día le leí por teléfono un escrito mío diciéndole que era de Henry Miller. “Ese tío si que sabía escribir” dijo.

A veces una malicia humorística como la del vacile de los amigos es la encargada de emitir una opinión. No es raro que cuando se compra uno ropa que sale del estándar alguien haga un comentario jocoso. Normalmente no es que le parezca fea la prenda, más bien le es tan neutra como una señal de tráfico, pero es una oportunidad de hacerlo pasar mal, algo en lo que los tíos nos deleitamos muchos.

En referencia a estos temas, ya lo dijo el filósofo cuando fue preguntado sobre cuál era el animal más peligroso sobre la tierra: “De los domesticados, el adulador. De los salvajes, el calumniador.” Pero quizás sea lo más gracioso de todo cuando alguien critica con saña algo que se acaba de poner de moda, unas Puma, por ejemplo, y al cabo de unos años acaba llevándolas con el argumento simple y llano de que ha “cambiado de opinión.”

¿Quién no ha llegado a decirle a una chica lo interesante que es cuando en realidad lo único que consideraba remotamente interesante era la perspectiva de acostarse con ella? ¿Y quien, de entre todos vosotros, no ha criticado, vilipendiado e incluso condenado frente a ciertas damas, la actitud machista, insensible y superficial que tienen algunos hombres de pensar en las mujeres como objetos sexuales?

Es comprensible, no obstante, este dislate entre lo que se piensa y lo que se dice si tenemos en cuenta que somos nosotros los primeros que tenemos una opinión menos certera de nosotros mismos. A veces el refranero me asombra con su exactitud matemática. “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces” es una fórmula matemática tan infalible que si la utilizaran para construir aviones no se caería ni uno del cielo. Un ejemplo: el otro día un amigo estaba hablando por teléfono con otro. “¿Cómo? Ya sabes que eres de mis mejores amigos tío. Yo ni he hablado mal de ti ni lo haría jamás.” Colgó, se giró hacia mí y me dijo. “Este tío es un hipócrita hijo de puta.” Es una pena que este refrán sólo tenga valor explicativo y no proyectivo. Me refiero a que por mucho que te pases el día repitiéndole a la gente lo pobre que eres no te va a aparecer un Ferrari en la puerta de tu casa.

En fin, que es muy difícil saber lo que piensan sinceramente de uno o de sus obras. Dudo de que algún mentecato, antipático, vago, feo, chulo, poco oportuno, soso, o falto de luces se haya ido a la tumba sabiendo lo que se opina en realidad de él. Al menos a mi me costaría mucho informar al sujeto de semejante opinión. Así pues, entre la imagen distorsionada de nosotros mismos y el espejo cóncavo en el que nos reflejamos la idea de nosotros se parece tanto a nosotros mismos como el éter a la cebada, osea, nada.

5 comentarios:

  1. Muy grande el escrito. O quizas no.

    No en serio, me ha parecido muy grande y las entradas del blog de senegal están de puta madre también (la del yanqui es verdad?), sobre todo la primera. Tubab: el que baila como un robot!!

    Un abrazo James!!! nos vemos el finde! Yo el viernes voy a Madrid, pero a ver si el domingo nos podemos ver para unas cañas!!!(Imagino que el sábado noche es el bodorrio, no?)

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  2. Vaya, vaya...

    ¿Pero la gente escribe poesía? Espero haber hecho todo lo posible por ser sincero contigo tras leer tus poemas, aunque quizás haya cambiado de opinión. Siempre soy hipócrita pero te dije que algunos me habían gustado:

    Escribiré tu nombre en una tumba
    esconderé tu voz en un cajón
    tu tacto en la dura piedra,
    tus ojos al sol.

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  3. ¡qué interesante es tu trabajo de escritor! Quizás me intereses más como ensayista, no lo sé, necesito leerte más.
    Este blog es una joyita, lástima que no esté actualizado.
    Te pongo en mi lista de blogs junto al único que sigues; me fío de tu criterio.

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  4. Jaime: ¿por qué no actualizas? Lo puedes hacer con material que tengas guardado, no es necesario crear cada dí, el tiempo embellece el arte.

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  5. "Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar"

    OLVIDAR, AMAR

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